Hoy, fue la última sesión con una de mis pacientes. Natalia,
y como una de mis primeras víctimas de mi inexperticia pero buenas intenciones
por ayudar, creo que nunca la olvidaré. “Una de mis pacientes” que lindo suena
eso… creo que sin duda nací para estudiar Psicología y estar en eso, en tardes
como la de hoy se afirma esa convicción. Puede ser un poco contradictorio decir
esto, cuando estoy escribiendo esto para evitar terminar una monografía que
debo entregar mañana a primera hora como examén, pero es que de verdad, cuesta describir
esa satisfacción y felicidad cuando alguien después de largos dos meses, con
toda la energía sesión tras sesión termina un proceso en que la acompañaste, un
proceso que a su término la lleva a estar mejor. LA vez llegar sesión a sesión con menos
ansiedad, con más energía, con una sonrisa que al principio no veías, la vez llegando
a ese objetivo que pensaste establecer en un principio y que tu pedante y
narciso profesor supervisor creyó imposible de cumplir, por el poco tiempo, la
inexperticia y quien sabe, tal vez influyo su manía de mirar en menos las
capacidades de los demás.
Maravilloso es escuchar que logro sin que se lo platearas,
sin que la guíes a ese objetivo y que te lo cuente como quien tuvo una visión,
como quien tuvo el mayor de sus logros, sin querer.. sin saber que en verdad
fue uno de los grandes.
La recordaré como la que hacía todo lo que le dijéramos, sin
cuestionarlo, llegando siempre 15 minutos antes, hablando sin parar, y tomando
las riendas de su vida mágicamente.
Amó esta carrera, y ese don que tiene de maravillarme al
mostrarme la capacidad que tienen las personas por ser mejores, por superarse,
por no dejarse vencer ante los obstáculos… por vivir.